jueves, 28 de febrero de 2013

Cascada de el Gualtón

Ruta realizada el 23 de febrero de 2013


          Hoy visitamos la Cascada de Gualtón en Carracedo de Compludo, salimos de Ponferrada bien equipados y con ganas de conocerla.


De camino, hacemos una parada en El Acebo, desde allí, buenas vistas de Ponferrada.


Poco después, llegamos al pueblo. Preciosa estampa.


Nos abrigamos bien e iniciamos la ruta. A pesar del frío, la mañana está soleada y apetece caminar.



Atravesamos el pueblo, cruzamos el puente sobre el que discurre el río Meruelo e iniciamos un suave ascenso rodeados de nieve.



A pocos metros, encontramos la primera señal que indica la dirección hacia la cascada.





















 Caminamos por un sendero más bien estrecho que invita a charlar menos y a observar el paisaje con mayor atención. Vemos a lo lejos la base militar de Manjarín, montes cubiertos de nieve y una vegetación ocre cubierta de nieve.
 A lo largo del camino encontramos señales hechas con piedras, nos indican el camino, es el regalo que nos hace Isa, una amiga que ha recorrido la senda días antes.


Tras una hora, otra señal labrada en madera, por fin llegamos, comienza la bajada.




El terreno está algo resbaladizo, descendemos hacia la cascada con cuidado pero sin mayores problemas.
A medida que avanzamos empezamos a intuirla, pero sólo cuando estás abajo la ves en todo su esplendor.

















No hay palabras, es simplemente magnífica, los colores, el manto de hielo que la rodea, el sonido del agua, es imponente.



Tras disfrutar de la vista, un pequeño aperitivo nos da fuerza para iniciar la subida que es corta, pero intensa.







Un poco de vino nos ayuda a recuperar el aliento.















Volvemos a la senda, el sol nos sigue acompañando y, tras un estupendo paseo regresamos al pueblo.





  Es la hora de comer y decidimos hacerlo en un pueblo cercano Compludo. Allí encontramos "EL BODEGÓN" pintoresco lugar atendido por una gente estupenda que nos acoge como si fuésemos de la familia. Grácias Candi.

La vista nos abre el apetito, comemos muy bien y tomamos un rico café de puchero.
Tras muchas risas volvemos a casa con ganas de empezar una nueva ruta.